Durante los últimos años, alrededor del 90% de las ayudas han ido destinadas al apoyo de largometrajes de mayor presupuesto, teniendo que repartirse el resto entre documentalistas, cortometrajes, cine experimental, realizadoras y nuevos autores.
Con las ayudas al cine español en pleno debate tras los Goya 2020, el consenso dentro del gremio sobre la necesidad de un aumento general en la cuantía de las ayudas es palpable. No obstante, en lo que al reparto del escueto pastel se refiere, las visiones internas comienzan a divergir. En un gremio marcado por la precariedad, en el que solo el 8 % de los actores españoles puede vivir de su profesión o el 74% de los autores europeos se sienten financieramente inseguros, los sectores menos visibles son los más perjudicados por una partición desigual.
Las películas que pugnan por el reconocimiento en taquilla y festivales se acogen a las ayudas generales a largometrajes, concedidas previamente para su desarrollo o a posteriori para su amortización. Éstas suelen estar repartidas entre las productoras y autores más consolidados, ya que se accede a ellas a través de un sistema de puntos que prima la solidez económica y experiencia previa de sus productores y responsables.
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