Las niñas del cristal, que aterrizó en la plataforma el 8 de abril tras su paso por el Festival de Málaga, centra su historia en la compañía nacional de ballet mientras se prepara el estreno de una nueva representación de Giselle. Irene (María Pedraza) ha sido seleccionada como protagonista tras el suicidio de la bailarina principal, sintiendo el rechazo y celos de sus compañeros mientras la directora (interpretada por Mona Martínez) la presiona emocional y físicamente. Su única vía de escape es Aurora (Paula Losada), una nueva integrante de la compañía con quien forma un vínculo que le ayuda a sobrellevar las exigencias de su rol a través de un lugar feliz e imaginario que la joven comparte con ella donde nadie puede dañarlas. Sin embargo, si bien la historia se ramifica en diferentes subtramas como la sobreprotección exigente de una madre y bailarina frustrada y la soledad ante la ausencia del apoyo familiar, la película basa todo su peso en la presión y exigencias que lleva a sus personajes a transitar por una línea delgadamente extrema. Como en Cisne Negro.
Pero el origen de esta historia nace de los propios temores de un director novel ante su primera película, Animales sin collar (2018). En declaraciones a Fotogramas Linares reconoció que sintió presión, miedo al fracaso y hasta el síndrome del impostor ante su primera gran oportunidad de demostrar su talento en la realización y eso es lo que ha trasladado al universo del ballet a través de Irene, Israel y Aurora, los bailarines de Las niñas de cristal.
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