El thriller se sitúa en una aldea casi deshabitada de la Galicia rural profunda, donde una pareja de franceses intenta salir adelante trabajando en su huerto y disfrutando de la naturaleza más pura. Sin embargo, el resto de vecinos busca salir de allí gracias a la compensación económica que les ha prometido una compañía energética si dejan sus tierras para que se instalen unos molinos eólicos. La confrontación entre los franceses y un par de hermanos locales escala hasta el punto de que los primeros llegan a temer por su vida…
Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña, coguionistas del filme, se inspiraron en un suceso real ocurrido, entre 2010 y 2014, que conmocionó a Galicia y que tuvo repercusión internacional, aunque hoy poca gente lo recuerda más allá de los vecinos de la aldea semi-abandonada de Petín (Ourense) donde ocurrieron los hechos.
La historia nos remonta al 19 de enero de 2010, la fecha en la que Martin Verfondern desapareció sin dejar rastro. Martin, holandés nacionalizado, llevaba viviendo en la localidad de Petín desde 1997 junto a su mujer, Margo Pool, y al principio mantenían una buena relación con sus vecinos, los Rodríguez, la familia formada por Jovita, su marido y sus dos hijos. Pero todo cambió por varias disputas, la más importante la que mantenían por los 6.000€ que una compañía energética prometió a las dos familias, únicos habitantes de Santoalla, por cada uno de los 25 molinos eólicos que quería instalar en la aldea. La negativa de Martin enemistó a los dos clanes hasta el punto de que el holandés comenzó a grabar las supuestas amenazas y agresiones de lo que él mismo denominaba «terrorismo rural», tal y como recoge en vídeo el diario El País.
Martin acusaba en su momento a Juan Carlos, el hijo menor de Jovita, como culpable de estas amenazas contra su vida. El hombre, que por aquel entonces contaba con 42 años de edad, sufría una minusvalía psíquica por la que, según Martín, «parecía un niño de 10 años». Años después se supo que Juan Carlos, con el encubrimiento y la ayuda de su hermano Julio, apretó el gatillo de su escopeta asesinando a Martin esa mañana de enero de 2010, aunque el crimen tardó casi un lustro en esclarecerse.
Desde que se denunció la desaparición de Martin, las pesquisas de la Guardia Civil y de la esposa del desaparecido no dieron fruto hasta 4 años después, en junio de 2014, cuando las autoridades localizaron el coche, un Chevrolet Blazer blanco, y los restos mortales de Martin a 12 kilómetros del que fue su domicilio. Juan Carlos fue detenido por la Guardia Civil tras analizar las pruebas y terminó por confesar el crimen, a pesar de que él y su familia llevaban 4 años negando las acusaciones.
Margo, la viuda de Martin, sigue viviendo en Santoalla (ahora mismo es la única habitante) y cumpliendo el sueño de su marido. «Me encanta esta vida, y a pesar de lo que ocurrió, yo no le tengo miedo a nada, tengo muy claro que pienso quedarme», afirmaba hace un par de años a La Voz de Galicia. «Si me marchara, ellos ganarían esta guerra», declaró a El País tras recuperar los huesos de su marido y darles sepultura en el improvisado camposanto de la aldea
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